«Viviendo con un discapacitado»

«Cuando el dolor llega al hogar»
24 abril 2006
Salmo 8
3 mayo 2006

Queremos compartir contigo la historia de una madre y sus dos hijos. Uno de ellos el de 9 años tiene autismo. Ella nos relató así su historia de vida: “Esta semana la voy llevando mejor que la anterior. Fueron días interminables. Mi hijo comenzó a tener ataques otra vez. No sé si es a consecuencia de su autismo. Los médicos tampoco lo saben. Él los ha tenido desde su nacimiento. Realmente nos preocupa porque los doctores que lo atienden no saben como hacer para que mejore. Lo que me asusta es el hecho de que nadie sabe porqué le sucede todo esto…

Comienza teniendo vómitos y luego pequeños ataques así que yo de inmediato llamo al médico. Sus ojos se ponen vidriosos y me mira fijo.
Su lengua comienza a moverse como si quisiera tragar algo. Estos ataques duran unos 15 segundos. Luego el médico me ordena hacerle exámenes, llevarle a un especialista y como vivo lejos todo este tiempo es un desgaste de nervios hasta llegar al doctor. Por lo general le aumenta la dosis del medicamento que toma par este problema. Los ataques se le pasan y esto me tranquiliza pero surge otro problema, mi hijo sólo quiere dormir y pasa como dos días sin comer.
Se le ve como sonámbulo todo este tiempo y parece que se va a caer de la silla donde lo siento.
No soporto verlo así y no me dan las fuerzas para sostenerlo continuamente; por tanto me pongo en cama con el niño para descansar un poco. Y nuevamente estoy llamando al doctor…

Como ven es muy desgastante ser la mamá de un hijo enfermo. Nunca sabes que le va a suceder en el próximo minuto. Cuando va a la escuela, vivo pendiente del teléfono pensando que ya me van a llamar para darme alguna mala noticia. A veces de tanto miedo me cuesta atender la llamada. Siempre estoy pendiente de él y preocupada.
Vivo bajo un constante estrés y realmente necesito hablar con Dios acerca de eso. A veces hago oraciones largas, otras sólo digo: “¡Dios necesito tu ayuda, por favor necesito tu ayuda!”. Cuando mi hijo pasa un día sin mayores problemas yo digo “Gracias Dios, este fue un buen día”. He orado por mis dos hijos desde su nacimiento. Cuando tienes un hijo enfermo, parece que necesitas orar más y deseas estar y sentir a Dios más cerca porque necesitas más de su ayuda. Es fácil olvidarse de Dios cuando todo está bien y no tenemos mayores problemas. Parece que nuestra naturaleza humana es así.

Amo mucho a mi hijo y me pondría muy triste si algo le sucediera. A menudo me pregunto porque Dios escogió darme un hijo bien sano y el otro con problemas tan difíciles. No culpo a Dios pero a veces estoy asustada.
Y cuando las cosas empeoran me recuerdo a mi misma que Dios sabe todo lo que me está sucediendo. Yo sé, que Él tiene un plan para mi y para mi hijo.
No se que es exactamente y no sé que me depara el futuro así que dependo completamente de Dios.

Vivo un día a la vez, no puedo pensar nada para mañana, es más no puedo planificar ni para el día de hoy porque nunca sé si algo va a pasar con mi hijo; así que no puedo hacer ni los planes más sencillos. Lo único que hago es recordarme constantemente que debo esperar en Dios y en sus promesas. Por ejemplo me repito lo que dice la Biblia “Dios no te ha dado espíritu de derrota sino de poder, de amor y de dominio propio” 2Timoteo 1:7.
Por tanto cuando me asusto por algo que le sucede a mi hijo me animo a mi misma recordándome que el miedo no viene de Dios. Dios ama a mi hijo más de lo que puedo amarle yo y creo que Él está en control de toda situación.

Escucho los programas de radio donde me hablan de Dios. Muchas veces lo que escucho es lo que justo necesitaba oír para mi problema. Esto me ayuda mucho porque yo no puedo salir a menudo de mi casa. No tengo contacto con muchas personas debido a la enfermedad de mi hijo.

Yo sé que en cualquier momento, todo esto puede terminar. Los ataques de mi hijo pueden cesar, ni entiendo porqué los tiene ni los médicos lo saben. Quizás los médicos descubran algo para esta enfermedad, no sé pero guardo mi esperanza viva.
Siempre creo que Dios si quisiera podría sanarlo, mi esperanza está en Él.
Recuerdo al hombre ciego del cual habla la Biblia y a quién Jesús sanó. Los discípulos le preguntaron: “Maestro, ¿quién pecó este o sus padres, para que naciera ciego? Juan 9:7. Jesús les respondió sabiamente “ni uno ni el otro. Nació ciego para que el poder de Dios se manifestara”. Y Jesús le sanó.
Tengo toda mi confianza puesta en Dios; si Él quiere puede sanar a mi hijo si eso está en sus planes. Sé que un día su vida será plena. Me gustaría que fuera sanado aquí en la tierra y si no fuera así lo será cuando estemos en el cielo porque allí no habrá enfermedad.
Yo le hablo de Jesús y siempre lo haré. Cada noche oro con mi hijo pero debido a su autismo él vive en su propio mundo y aún cosa tales como cortar sus alimentos con un cuchillo por si mismo es todo un desafío. Así que cuando hace un progreso, nosotros le damos gracias a Dios toda la familia junta en oración”.

¡Qué historia la de Laura, realmente todo un desafío!
Sin lugar a dudas, la vida para una familia donde hay un minusválido es difícil de verdad. Cualquiera que sea la problemática las atenciones extras que la persona necesita son muchas y constantes. Sólo el saber que esta condición no va a desaparecer durante toda la vida puede llevar a los miembros de la familia a un desgaste tremendo. Pero como nos ha contado Laura para la persona y la familia que está confiando en Dios y en Jesucristo su hijo hay una esperanza y fe en la promesa de su presencia, ayuda y compasión en todas nuestras necesidades. No nos ha prometido quitar los problemas sino estar con nosotras en medio de ellos hasta el fin.

Sin lugar a dudas, vale la pena ayudar a quien sufre alguna minusvalía para que llegue a ser la mejor persona posible en su vida porque Dios la ama y se interesa por él o ella.

Hay un precioso Salmo de la Biblia que nos habla del interés de Dios por nuestra vida (Salmo 139) y dice así:
“Porque tu formaste mis entrañas, me hiciste en el seno de mi madre… No estaba oculto de ti mi cuerpo, cuando en secreto fui formado, y entretejido. Tus ojos vieron mi embrión, y en tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía ni uno sólo de ellos”.

Amiga, si tu eres una de esas madres que te tocó tener un hijo especial en tus brazos, no busques una explicación sólo acéptalo como hecho por Dios.
Quizás nunca llegues a saber porque Dios hizo a tu hijo de esa manera. Dios tiene sus razones infinitas e inescrutables y escoge no revelarlas. Él entiende tu lucha y dolores de cabeza, la agonía y la desilusión. Pero por sobre todo ama a tu hijo y se acerca a ti para consolarte.
Nuestro deseo es que encuentres fuerzas y valor para cada día de tu vida tan especial.

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