Dando nuestra mente a Dios
19 noviembre 2007Editorial de Diciembre 2007
6 diciembre 2007La educación de los hijos nunca ha sido una tarea fácil. Hoy más que nunca en un mundo dominado por la violencia familiar, hogares divididos, droga y libertinaje; la intención de los padres en educar se torna bastante más difícil, sumado a los complejos cambios, diríamos normales, pero conflictivos de la adolescencia.
Los padres necesitan formación para saber ser buenos padres, capacidad y sentido común para ayudar a sus hijos a resolver los conflictos cuando llegan…y la verdad que llegan pronto y en el momento menos pensado. Los padres deberán saber que tener hijos requerirá de ellos tiempo, paciencia, mucho sacrificio, amor, más trabajo, tolerancia, comprensión.
Pero para los buenos padres no hay nada más estimulante y recompensante que observar cómo día tras día ese pequeño ser se dirige a la madurez y a la independencia y logra por si mismo triunfar en la vida. Las madres y los padres sabios saben que un día ya no estarán más al lado de su hijo o hija para indicarle el camino por donde deba andar, por tanto cada progreso, cada logro tiene que producir un bienestar en los sentimientos y en la mente de los padre.
Todos nacemos con ciertas necesidades básicas. Por eso Dios formó a esa primera institución que es el Hogar donde el padre con sus cualidades masculinas y la madre con sus capacidades femeninas pudieran ir llenándolas desde los mismos comienzos de la vida del ser humano. Nos referimos a necesidades físicas, emocionales, espirituales y sociales.
El psiquiatra Kart Menninger afirma que si las necesidades básicas de una persona no son satisfechas pueden suceder dos cosas bien diferentes pero que crean conflictos. Una de ellas es que tanto ya sea un niño, un joven como el adulto se retira y se encierra en si mismo, escapando de la sociedad. La otra posibilidad es desarrollar una reacción de lucha y ponerse en una actitud agresiva, volviéndose contra los demás.
Cuán compleja es la mente del ser humano y cuanta sabiduría necesitamos las madres y los padres a la hora de hablar y tratar a nuestros hijos. Puede ser que en un hogar con dos o tres hijos cada uno sea bien diferente del otro y lo que satisface a uno no necesariamente lo va a hacer con el otro.
Pero deberán existir ciertas reglas generales para una buena convivencia hogareña y para lograr educar a los hijos de la mejor forma posible de modo que sus mentes vayan tomando la forma adecuada y sus necesidades sean satisfechas lo mejor posible.
Hablemos de algunas de ellas:
1. Que nuestros hijos sepan qué se espera de ellos. Cuando son pequeños y aún adolescentes ellos necesitan la guía de sus padres. Deben saber qué se espera de ellos y cual es el límite hasta donde pueden llegar. Como inmaduros e inexpertos que son, prueban a los padres hasta donde podrían llegar, pero la experiencia nos enseña que un niño es más feliz si sabe qué esperan sus padres de él. Está comprobado que se sienten más seguros cuando tienen límites definidos. Los estudios sobre la delincuencia demuestran que un buen número de casos provienen de hogares donde no había padres o si los había no son padres que demuestran interés en sus hijos y donde no existen reglas y normas de conducta. En realidad cuando un niño es criado en un hogar donde se le pone límites está siendo preparado para su futura vida como estudiante, como trabajador y futuro hombre o mujer de familia. En cualquier área de la vida existen reglas y normas que regularizan nuestra conducta.
No siempre nos gusta que nos manden hacer cosas pero es necesario que las hagamos. Por ejemplo el niñito no comprende porqué lo mandan a dormir a cierta hora cuando podría estar jugando, o porqué lavarse los dientes, o guardar sus juguetes, pero aunque no le guste debemos enseñarle que lo haga.
Algo que ayudará a evitar conflictos es explicar al hijo porqué debe obedecer ciertas normas, restricciones u obligaciones. Cuando les explicamos las razones y los beneficios de hacerlo estarán más dispuestos a acatarlas. Además las normas deben ser flexibles y de acuerdo a la necesidad y la edad del niño o adolescente.
Algunos asuntos no son importantes y no merecen ser discutidos. No vale la pena alterar los ánimos y caldear el ambiente hogareño por cosas tontas y sin valor. A veces es mejor descansar, permitir que nuestras emociones se enfríen para luego más tarde o al otro día hablar con calma y cautela controlando así las expresiones que usaremos.
Los niños y jovencitos también son personas y merecen ser respetados y deben aprender a respetar los derechos de los demás. Se le debe enseñar qué cosas le pertenecen y cuales no. Es necesario que entienda que no deben tocar las cosas de los otros. A su vez los padres deben respetar las cosas del niño aunque a ellos les parezcan sin valor cosas tales como figuritas, juguetes, libros… En lo posible el hijo debe tener su lugar en la casa, su mueble o su escritorio, donde pueda guardar sus cosas queridas y evitar así enojos y discusiones.
Los padres debemos tener en cuenta algunas actitudes importantes nuestras para evitar los conflictos, me refiero a que debemos tratar al hijo con bondad, no exasperarnos aunque estemos muy cansados y evitar la gritería y las palabras hirientes. Siempre dispuestos a pedir perdón si reconocemos que somos los culpables del mal entendido o de la situación creada. Un proverbio bíblico dice así: “Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene”. No tengamos temor de mostrar humildad y reconocer cuando nos hemos equivocado. Al hacerlo elevamos el valor de nuestros hijos y de nosotros mismos.
Es muy necesario que los padres encuentren el tiempo y la ocasión para estar con sus hijos y hablar, preguntar y saber de las necesidades y deseos que tienen.
Estemos concientes del peligro que lo material y lo intrascendente eche a perder nuestra relación con los que más amamos. Se cuenta que Susana Wesley tuvo 19 hijos. Dos de ellos, Juan y Carlos están en la lista de los grandes hombres que han ayudado a cambiar el curso de la historia de Inglaterra, salvando al país de una revolución. A pesar de la cantidad de hijos, la señora Wesley se tomó el tiempo de orar y hablar con cada hijo diariamente y una vez por semana de forma más especial. Esto ayudó a moldear la vida de los niños y jovencitos de esa familia y a su vez redundó en beneficio de la sociedad en la cual les tocó vivir.
El elemento más caro de esta época es EL TIEMPO. Es necesario que los padres den tiempo de calidad a sus hijos para que lo poco que le puedan dedicar sea de provecho, edificación y conocimiento mutuo. Alguien dijo:”La mejor herencia que un padre puede dar a sus hijos son unos pocos minutos de su tiempo cada día.” Si no conocemos a nuestros hijos no podremos saber porqué actúan de la manera que lo hacen ni podremos tomar decisiones sabias a la hora de querer dar un consejo o resolver un conflicto.
Cuando surgen diferencias en el trato con los hijos debemos saber cuales son las causas que han llevado a ese mal comportamiento. Nuestro hijo puede estar enfrentando cosas que no comprende, como un divorcio de los padres, la llegada de un hermanito, algún impedimento físico, tensión emocional, mala relación con los amigos, padres perfeccionistas y muchas razones más.
De allí la necesidad de los padres de tratar con los hijos para conocerlos y saber la raíz de diferentes conductas. Se necesita mucho amor y mucha sabiduría Divina para resolver las cosas de un modo correcto. Debes saber que los conflictos llegan a todo hogar de una u otra manera pero con voluntad y paciencia se pueden resolver.
La convivencia no es fácil del todo pero tampoco imposible. Pon lo mejor de ti para salvar la relación con los que amas.