Editorial Marzo 2008
12 marzo 2008«El llamado más alto»
4 abril 2008Queridas intercesoras:
Gracias otra vez por unirse a nosotras mientras intercedemos por las mujeres que viven en las grandes
ciudades. Para algunos de ustedes que viven en las grandes ciudades, estos pedidos de oración pueden resonar
muy cerca de sus corazones. Leyendo todo el boletín ayer, mi corazón se quebró otra vez. ¡Qué mundo peligroso!
Millones de mujeres enfrentan el crecimiento del desasosiego social y las inseguridades hoy día.
Pero que maravilloso es saber que podemos poner nuestros corazones y esperanzas en Dios, y en lo que El
puede hacer a través de nuestras fervientes y humildes oraciones.
Nací y crecí en una gran ciudad. Fue allí donde escuché el llamado de Dios a derramar mi vida en servicio a El
y a otros.A los 16 comencé a servir a las personas marginadas en las mega ciudades del Brasil como San Pablo
y Río. Las miradas vagas, vacías, los olores, los vicios y la degradación en burdeles y asentamientos- todas estas
experiencias están por siempre grabadas en mi memoria.Tampoco nunca olvidaré el poder transformador del
amor de Dios restaurando las vidas de los niños, de prisioneras y de mujeres sin hogar. La Biblia dice:“Mayor
es el que está en nosotros que el que está en el mundo.” Ese es el poder que tenemos. Es por eso que oramos
fervientemente, como Jesús nos enseñó, por ojos para ver y oídos para oir.“Y al ver las multitudes tuvo
compasión de ellas…Entonces dijo a sus discípulos…Rogad pues al Señor de la mies que envíe obreros a su
mies” (Mateo 9: 36-38)
Cuando oramos fervientemente por las mujeres urbanas- donantes de vida y cuidadoras- que son víctimas de
toda clase de abuso, oremos también por sus abusadores. ¡Roguemos a Dios que envíe obreros para
alcanzarlas.! Que los programas Mujeres de Esperanza del Proyecto Ana puedan derribar las fortalezas del mal
en cada calle y hogar. Quiera el Señor llamar un poderoso ejército de “Buenas Samaritanas” para curar y
vendar las heridas de mujeres dañadas y desesperadas en las grandes ciudades del mundo.
El corazón de Jesús se duele como le sucedió sobre Jerusalén, pero El puede traer sanidad y esperanza aún
sobre las ciudades más malvadas. El puede restaurar la paz y la seguridad, la esperanza y la igualdad para las
mujeres oprimidas que viven en vecindarios peligrosos. Somos como el burrito que llevó a Jesús a Jerusalén.
Humildemente llevemos al Rey a las vidas y futuros de las mujeres urbanas hoy a pesar de sus circunstancias
inestables. ¿Están listas? ¡Yo lo estoy!
Sinceramente
Marli Spieker
Fundadora, Defensora
Proyecto Ana
Project Hannah