Buenos días
20 abril 2009Hongos en la piel
27 abril 2009¿Q ué nos ocurre a los uruguayos que no logramos vivir dignamente en sociedad? Los datos sobre el suicidio dados en la víspera por el Ministerio del Interior son aleccionadores y muestran que la sociedad en que convivimos no nos ofrece atractivos suficientes o formas de contención que haga que las personas con distintas problemáticas puedan enfrentar la vida y que salgan adelante de los pozos de depresión o angustia.
Los índices muestran que el Uruguay es el país de más alto número en intentos de suicidio de América Latina y, paralelamente, de muertes autoconsumadas. Por supuesto que los sociólogos tienen sus teorías al respecto, así como también los técnicos vinculados al propio Ministerio del Interior, pero más allá del marco teórico, la realidad es atroz y muestra que en buena medida existen individuos en el marco de nuestra población, que no encuentran basamentos para continuar su existencia ni, tampoco, los mecanismos de contención establecidos por la sociedad para evitarlo que, además, orgánicamente no existen.
En Uruguay no existen mecanismos de ningún tipo para tratar a los posibles suicidas que, además, tal como lo dice la experiencia, siempre de una forma u otra se comunican de alguna manera pidiendo ayuda para tratar de restañar el pozo de angustia y depresión en el cual, lentamente, se están metiendo.
Sin duda que esa es otra de las carencias de nuestra sociedad, de nuestra organización estatal, que tiene pléyades de funcionarios públicos, muchos de ellos totalmente desaprovechados y no crea mecanismos para combatir, como debería hacer, una problemática en la que encabezamos las estadísticas continentales.
Porque el suicidio no es simplemente una característica de la sociedad que se mide en las encuestas. Por supuesto, ¡es mucho más que eso! Se trata de la expresión de una deficiencia del conglomerado humano, la que no encuentra salidas en nuestra sociedad por más que ésta, de una forma u otra, haya contemplado en alguno de los casos citados, las necesidades de la vida cotidiana.
Sin embargo, en la población de riesgo, que va desde los 35 a los 60 años, son muchos los uruguayos que han caído en un pozo de angustia opresivo y han optado por el suicidio, en razón, quizás, de la falta de perspectivas económicas y, por otros factores coadyuvante, vinculados a la soledad que aparece, luego de la muerte de uno de los cónyuges, cuando se ha sufrido un proceso familiar de emigración de hijos y nietos que, obviamente, muchos no pueden superar.
Existe un dato tremendo. En lo que va del año, en la pequeña ciudad rochense de Castillos, que tiene algo menos de ocho mil habitantes, se han suicidado casi 10 personas. ¿Por qué pasa tal cosa en esa pequeña urbe junto a la bella zona balnearia del departamento de Rocha? El tema exige análisis sociológicos y explicaciones, porque ese proceso dramático se debe detener de alguna manera. No es posible que los uruguayos podamos seguir tolerando que seres humanos lleguen a tales situaciones de desamparo y, como último grito desgarrador, intentando comunicarse con la sociedad que les ha dado la espalda, se suiciden.
Algo debe andar mal en nuestra sociedad y por ello es adecuado que estos datos se conozcan y se concienticen los problemas, no para que los uruguayos nos preocupemos por la magnitud de otro drama, sino para que se traten de encontrar soluciones a una problemática que es bien compleja.
Las estadísticas muestran que las personas que se suicidan son casi tantas como las que mueren en los accidentes de tránsito y esa realidad no la podemos aceptar. Para la primera de las realidades tenemos en todo el país redes de guardias (policía caminera, inspectores de tránsito municipales, etc), colocamos semáforos en las esquinas, pintamos cebras en los cruces, aleccionamos a los niños en las escuelas, flechamos calles, limitamos la velocidad en calles, avenidas y rutas.
Pero, para evitar el suicidio, ¿que hacemos? *
http://www.larepublica.com.uy/editorial/266150-para-evitar-el-suicidio-que-hacemos