¿Por qué sufrimos?
17 junio 2009En el camino
17 junio 2009Las madres sabemos que nuestros bebes son bien dependientes o completamente dependientes de nosotras, al menos hasta su primer año. Nos da mucho gusto verles crecer y progresar en todo sentido. Se suceden tantos cambios en un corto período de tiempo. Por un lado nos interesa que crezcan pero por otra parte nos sacude cuando vemos que ya no nos necesita tanto. Dios nos dio un corazón especial y queremos que los hijos confíen en nosotras cada vez que no pueden cuidarse a si mismos.
La maternidad mientras los hijos son bebes es un tiempo muy excitante. Cuando le nace el primer diente, cuando pronuncia su primer sonido, cuando dice mamá por primera vez, ¡qué momentos maravillosos en la vida de una mujer!!
¿Qué otra particularidad notamos en los hijos pequeños? Dependen de nosotras para todo, porque han nacido como bebes y no como adultos y es nuestra obligación cuidarles. Ellos aprenden inmediatamente quienes somos y nos da una gran satisfacción que nos reconocen como papá y mamá.
Ellos saben que deben depender de nosotros por tanto necesitan aprender a obedecernos.
Los padres no queremos que ellos se lastimen y es por eso que queremos que nos obedezcan.
La Biblia nos dice que debemos ser «como niños» en nuestro comportamiento y pensamientos. Quiero contarte un episodio en la vida de Jesús en relación a unos niños pequeños que le fueron traídos mientras El estaba con sus discípulos.
En el Evangelio de Marcos (10:13-16) dice lo siguiente: » Y le presentaron niños para que los tocase y los bendijese»… Y eran niños de todas las edades… eran varones y niñas. Los padres, después de haber escuchado las enseñanzas de Jesús, quisieron que pusiera sus manos encima de ellos y los bendijera. Esos padres estaban muy felices de llevar sus niños a Jesús… Los discípulos sin embargo creían que los niños molestaban al maestro.
Cuando Jesús vio lo que ocurría, se enojó con los discípulos. Les dijo: «Dejen a los niños venir a mi y no se lo impidáis» Porque el Reino de los cielos pertenece a aquellos que son como los niños. De cierto les digo que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Luego tomó a los niños en sus brazos y poniendo las manos sobre ellos los bendijo.»
¿Te sorprende lo que Jesús dijo a sus discípulos? Jesús sabía bien el valor de los niños. Pero lo más importante es que El quería que sus discípulos entendieran que los adultos necesitan tener la misma simple confianza como los niños si quieren entrar al Reino de los Cielos. Y aquellos en el Reino de los Cielos vivirán por siempre con El en los cielos.
Permíteme explicarte. Dios es nuestro padre, y quiere que le obedezcamos y confiemos en Él así como un niño obedecería y confiaría en sus padres. Él quiere que pertenezcamos a Su Reino y aceptemos sus sabias y amorosas reglas sobre nuestras vidas. Quiere que dependamos de Él como el niño depende de sus padres.
Hace mucho tiempo acepté vivir bajo las reglas amorosas y llenas de misericordia de Dios como mi Padre Celestial y a través de la Biblia, su preciosa Palabra he aprendido que El me ama y me acepta como Su hija. Muchas veces, la Biblia nos habla de Dios como nuestro Padre. Quiero compartirte algunas de esas palabras. «Más Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Rom.5:8) «Jesús dio Su vida por nuestros pecados, así como Dios nuestro Padre lo ha ordenado, para rescatarnos de este mundo malo en el cual vivimos» (1ª. Cor. 8)
Los hijos son un regalo de Dios. Son parte del plan de Dios para mostrarnos y enseñarnos cómo debemos ser nosotros en esto de ser hijos de nuestro Padre Dios.
¿Eres una hija de Dios o te gustaría serlo?
Si tienes hijos estoy segura que quieres que te obedezcan para protegerles del mal, porque les amas y no quieres que sean dañados.
Igualmente Dios en Su gran amor nos invita a aceptarle. Como Padre amoroso quiere librarnos del mal y de la perdición eterna. ¿Estás dispuesta a obedecer sus mandamientos y permitir que El te dirija y cumpla Su voluntad en tu vida?
Decide creer en Jesucristo y aceptarle como tu Salvador y Señor.