Seguridad en el amor de Dios

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El tema de esta semana me recuerda una historia de algo que sucedió hace tiempo; se trata de algo que sucedió en la vida de Jesús. Si tienes una Biblia en tu casa, puedes leer toda la historia en Lucas 8: 40-48…

Un día, Jesús iba de camino cruzando una pequeña y polvorienta ciudad, cuando un hombre importante de esa ciudad le rogó que pasara por su casa, porque su hija estaba muy enferma. Le seguían sus discípulos, y una curiosa multitud quería verle, porque habían escuchado acerca de sus enseñanzas y milagros. Todos estaban empujándole y apretándole en esa estrecha calle, dando voces y esforzándose por verle. Era bien difícil para Jesús caminar entre la multitud.

En todo este alboroto del gentío había una mujer que tenía una razón especial de querer estar bien cerca de Jesús. Hacía como 12 años que sufría de flujo de sangre. Tal vez se habría desgarrado cuando dio a luz a sus bebés y nunca pudo sanar. Gastó todo su dinero en los doctores, pero no se sintió mejor. En ese tiempo a una mujer que sangrara se le llamaba “impura”, y las personas la evitaban. Imagínate cuan mal la haría sentir. Piensa cómo afectaría su matrimonio y su vida social. Ninguna de nosotras quisiéramos estar en su lugar.

Esta mujer escuchó acerca de Jesús, y ella creía que Dios le había dado un poder sanador  muy especial. Pensó: “Si tan sólo yo pudiera tocar el borde de su vestido, me sanaría” Así que ella empujó y se abrió paso entre la multitud hasta que logró estar bien cerca, lo suficiente para estirar su mano y tocar el borde de la túnica.

Repentinamente, Jesús se paró y preguntó: “¿Quién me ha tocado?”

Sus seguidores se rieron, “Todos te están tocando en esta multitud y tú preguntas ¿quién me tocó?”

-No, dijo Jesús, “Alguien me ha tocado de una forma diferente, porque yo sentí que salió poder de mí” Jesús miró a su alrededor…

La mujer estaba temblando, pero sintió que debía responder a la pregunta de Jesús.

Se acercó y se postró a sus pies y le declaró delante de todos los demás que en aquel preciso momento sintió que el sangrado había cesado. “Después de 12 años y cuando nadie pudo ayudarme, tú lo has hecho Señor.”

Jesús, mirándola con compasión, escuchó su historia, luego le dijo: “Hija, porque has confiado en mi, te ha ido bien, vete en paz”

Imagínate como se habrá sentido, y cuánto habrá agradecido a Dios. Podemos imaginarla volviendo a su hogar e invitando a su familia y vecinos para contarles lo que le había sucedido. ¡Quizás hasta tuvo una fiesta! Jesús no sólo la sanó, El trató con toda su persona. Seguramente esta mujer le amó y le siguió hasta el final de sus días.

No había nada mágico seguramente en el manto de Jesús, ni nada mágico en decir Su nombre. Mucha gente lo estaba tocando ese día y nada les sucedió. La mujer lo hizo con fe en Jesús.

Cuando te acercas a Jesús con fe, cuando crees en Él, y decides tener una relación de confianza y seguirlo, Él te recibe  (Juan 6: 37)

Sabes amiga, puedes alcanzar y tocar a Jesús, orando a Él y pidiéndole Su ayuda en lo que sea que le estés necesitando ahora mismo. Promete escucharte y responderte.

2 Comments

  1. […] (Proyecto Ana) El tema de esta semana me recuerda una historia de algo que sucedió hace tiempo; se trata de algo que sucedió en la vida de Jesús. Si tienes una Biblia en tu casa, puedes leer toda la historia en Lucas 8: 40-48… […]

  2. Esther dice:

    Creo que Dios esta en control de todo y esta historia ha llegado a mi en un momento muy especial, sigan dejando que Dios les dirija y mis amigas les digo que el manto de Jesus esta justo al frente de nosotras solo tenemos que tocarlo: TOQUÉMOSLO!

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