La ley de la Cosecha

7 de Diciembre
7 diciembre 2010
Jacob y José
7 diciembre 2010

Roberto y Ruth han trabajado duro toda su vida. Ambos disfrutaban sus carreras y eran considerados por muchos como buenos trabajadores. Dieron todo su tiempo y energías a sus profesiones. Pero sus cinco hijos realmente parecían como que les estorbaban mientras ellos trabajaban duro para hacer bien sus tareas y ganar buen dinero. Para ser honesta, daba la impresión como que disfrutaban de sus trabajos y los desafíos de sus carreras mucho más que criar a los hijos…

Roberto y Ruth amaban mucho sus trabajos pero no estaban tan interesados y dispuestos a sembrar en las vidas de sus hijos.

Al principio a los hijos les dolía que sus padres no estuvieran con ellos, aún en días especiales como fiestas en la escuela o competencias en los deportes… pero pronto se fueron acostumbrando a no tenerlos. Aprendieron a cuidarse por si mismos… lo cual fue un alivio para sus padres. Se acostumbraron ver que los padres salían a muchos viajes, tenían interminables reuniones… Aprendieron a luchar con eso de tener poca atención de parte de ellos. Descubrieron a otras personas que llegaron a ser significativas para sus vidas y que llenarían los espacios vacíos dejados por sus padres.

Cada día… cada semana… más o menos se repetía lo mismo.

Los años han pasado y Roberto y Rut, ahora están en sus 60…

Llegó el tiempo de la jubilación, sus hijos están todos casados y viviendo sus propias vidas. Ellos no tienen tiempo para Roberto y Ruth y pocas veces les llaman o les visitan. Cualquier reunión familiar es por lo general un evento forzado… al que asisten con desgano, tensión y profundos temas no resueltos. Sin tener de qué hablar, sin historias del pasado… ni siquiera un álbum de fotos para mirar y recordar.

Roberto y Rut no pueden entender porqué sus hijos parecieran no tener interés en ellos.

Se sienten enojados y frustrados. Creen que merecen más atención y tiempo de parte de ellos. Desafortunadamente, no tuvieron en cuenta la ley de la cosecha ni pensaron que se aplicaría a ellos. Ahora esperan encontrar amor y aceptación donde sólo sembraron desinterés y descuido; demandan admiración y ternura donde sólo sembraron semillas de egoísmo. Esperan cosechar lo que no sembraron.

Realmente es una triste historia.

Si tienes un jardín en tu casa, no puedes esperar cosechar jugosos y frescos tomates si no te has tomado el interés y el tiempo de sembrar las semillas y molestarte en cuidarlos para que crezcan bien. De esa misma manera, no podemos pretender el amor y la atención de nuestros hijos cuando crecen, si como padres no les hemos dedicado tiempo, amor y atención mientras ellos eran pequeños.

Esta es una seria lección que hemos aprendido de la vida de Roberto y Ruth. Hoy día, ellos son una pareja triste, patética y muy sola. Se sienten rechazados casi al final de sus vidas en vez de poder disfrutar de sus hijos y nietos. Les escuchan decir… lo siento, estoy muy ocupado, no puedo visitarte hoy… Es el mismo mensaje que dieron ellos a sus hijos cuando eran pequeños..

Amiga, si por casualidad vives la misma clase de experiencia como los hijos de Roberto y Ruth pon atención… El mensaje que ellos escuchan de tu parte es: “Tengo cosas más importantes que hacer  que estar contigo.” Eso les hace sentir que son rechazados. Si como niña has sentido este mensaje a menudo, probablemente aún guardas sentimientos de desprecio y falta de valor. Puede ser que tienes resentimientos hacia tus padres y tu amor por ellos se ha enfriado. Tal vez has aprendido a vivir con estos sentimientos y piensas que ya no te importa.

Pero es un error pensar que tu niñez ya no te importa. El hecho es que nuestra niñez nunca nos dejará… arroja una larga sombra sobre los años siguientes. Queda una marca permanente en la manera que pensamos, en la manera que vemos la vida y la manera en que nos vemos a nosotras mismas. Puede ser que allí en lo profundo sientas que no eres lo suficientemente buena, que no tienes valor y no eres una persona segura. Esos sentimientos pueden permanecer enterrados en lo profundo de nuestro interior… y no se van.

Y si aquellos que te dieron la vida no pudieron hacerte sentir que eras amada, entonces no es de sorprender si piensas que algo está mal contigo. Quizás no lo sepas expresar con palabras pero en tu interior te sientes sin valor, sientes un vacío profundo.

Si nuestros padres no nos dieron un modelo positivo o un ejemplo de amor, eso puede afectar nuestra propia manera de desarrollar la paternidad. De pronto nos encontramos haciendo los mismos errores que hicieron nuestros padres. ¿Cómo podremos decir a nuestros hijos que los amamos si nunca escuchamos a nuestros padres decirlo a nosotros?

Si un padre no muestra amor a sus hijos y no tiene tiempo para ellos- el efecto de esa actitud puede continuar a través de la vida de los hijos. Pero eso no debería echar a perder tu vida. Deberías ser capaz de comenzar una honesta conversación con tus padres y lentamente volver a re-construir una relación más amorosa. Deberías ser capaz de entender ahora por qué tus padres no te dieron lo que esperabas recibir de ellos. Debes ser capaz de perdonarles y continuar sintiéndote libre para amar.

Y aún si eso no fuere posible, como una adulta puedes pensar otra vez acerca de quién eres y cuales son tus cualidades. ¡Valórate a ti misma! Escucha las opiniones de quienes te aman ahora. Lo más importante, recuerda que Dios te ama mucho más que tu padre o tu madre. Tú eres de valor a sus ojos. Comienza a verte como te ve Dios, en ves de andar sintiéndote y actuando como una hija rechazada.

Mientras vas leyendo, quizás te hayas identificado con Roberto y Ruth. Tal vez has estado demasiado ocupada en tu vida de trabajo sin tener mucho tiempo para tus hijos. Sientes como que has estado haciendo lo correcto- trabajando fuerte para proveer para tu familia, y tus hijos han estado demasiado solos por muchas horas. No te has dado cuenta que ellos estuvieron carentes de tu amor y afecto. Tal vez hoy tus hijos ya son grandes y de alguna manera nunca tienen tiempo para ti. No te demuestran el amor y la ternura que tú piensas que mereces.

Si has comprendido la sencilla ley de la cosecha, tendrás que admitir que quizás, las semillas que has sembrado hace años fueron semillas de espinas. Te decimos que no desperdicies ningún día más. Tus hijos necesitan escucharte decir: “Lo siento, perdóname, por favor, perdóname.” Una expresión de pena y arrepentimiento pueden abrir una gran puerta de amor. Los hijos de cualquier edad pueden perdonar a sus padres y encontrarás que el resto de tu vida puede cambiar completamente por este simple acto.

Puede tomar tiempo a los hijos para que te perdonen. Puede ser que necesiten ver en ti  un cambio de actitud. Tendrás que hacer un esfuerzo extra para estar para ellos… y hacer cosas por ellos y sus hijos, antes que ellos confíen que realmente les amas.

No dejes pasar mucho tiempo, no es demasiado tarde para hablar y mostrar a tus crecidos hijos que les amas; y no será demasiado tarde para que ellos te devuelvan su amor.

Esto podría parecerte algo difícil de hacer. Necesitarás mucho coraje para lograrlo. Pero tus hijos necesitan saber – aún si ya son grandes – que tú les amas y que no quisiste dañarles.

Si como madre o padre muestras amor y ternura mientras tienes a los hijos contigo, ellos crecerán y se desarrollarán en adultos amorosos y amables. Si pasas tiempo con ellos y les das palabras de ánimo, luego cuando crezcan querrán pasar tiempo contigo y darte palabras de ánimo en tus años de anciana o anciano. Aprenderán de ti cómo criar a sus propios hijos que serán tus preciosos nietos.

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