Editorial Mayo 2013

13 de Mayo
13 mayo 2013
14 de Mayo
14 mayo 2013

Recientemente alguien me dijo: “¡La descripción del trabajo de Dios es crear y controlar! ¡Nuestro trabajo es
simplemente confiar y obedecer!” Eso me golpeó cuando estuve leyendo la página de información del calendario
de oración de este mes acerca de las niñas novias. ¡Todo en mi quería crear sistemas para castigar y controlar a los
perpetradores! Pero ese no es mi trabajo. ¡Es el de Dios! El tiene el poder de rescatar, salvar y restaurar cuerpos
rotos, corazones y vidas rotas. Sólo puedo CONFIAR y OBEDECER – confiar que Dios libere a los débiles e
inocentes. Confiar que Él escucha mis oraciones y sus mudos lamentos. Y entonces obedezco; obedezco sus
mandatos de “hablar por aquellos que no pueden hablar” (Prov. 31:8). Nosotros debemos buscar la justicia bíblica
a través de la oración por aquellas niñas que no tienen influencia, ni poder, ni opción… sólo desamparo. ¿Eso es
fácil? No, no lo es.

Adoniram Judson, el gran misionero escribió: “Déjenme que les ruegue, no se descansen con lo común y corriente
de la religión que es tan prevalente.” Y Edwina Paterson comentó en su artículo, “No Oración, No Poder”: “Lo
común y corriente de la religión es una religión que es conveniente. Eso es fácil. Es tolerante. No es amenazante.
Nos deja en nuestra zona de confort. No hay auto-negación en ello, no cargar la cruz, no oraciones que vengan
desde lo más profundo del corazón, y allí no hay poder!”

Esto resuena profundamente en mi corazón, especialmente enfrentando el llamado a confiar y obedecer cuando
oramos por las “50 millones de adolescentes o pre- adolescentes cuya inocencia está siendo sacrificada a
matrimonios arreglados (UNFPA). Sólo imagina siendo forzada a casarte con un extraño. Imagina ser una niñanovia
y un año más tarde una niña- madre encerrada en la casa de este hombre extraño trabajando como esclava.
Imagina pasando tu vida atada por la ignorancia y la pobreza porque nadie te mandó a la escuela. Imagina estando
en silencio – porque debes ser y serás perpetuamente tratada como una menor.

Dios no es injusto. Él es un Dios de justicia. Oremos para que Su reino venga a las vidas de estas vulnerables
mujeres, y que sus gobernantes, sus padres y las autoridades protejan sus derechos. Pero, por sobre todo, ore para
que Jesús mismo las alcance, salve y sane.

En su brecha de gracia,

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