Hoy las invito a pensar en las personas que viven en la cárcel. ¿Te ha tocado alguna vez estar en una cárcel como prisionera por algo que te ha sucedido? No debe ser una experiencia fácil. Quiero compartir contigo una carta que una oyente nos hizo llegar y que dice lo siguiente: “Estoy en la cárcel. Comencé a escuchar vuestro programa cuando unas mujeres cristianas en la cárcel me invitaron a hacerlo. Les quiero pedir un gran favor: oren por mí. Pídanle a Dios que me ayude a calmar mis temores y mi confusión. Oren que Jesús toque mi vida y me sane. Aprendí con ustedes que Dios es mi única esperanza en este momento”.
Esta mujer joven como muchas otras como ella, viven detrás de rejas. Cada mañana cuando despiertan, una de las primeras cosas que ven son esas gruesas barras de hierro y puertas cerradas con candados que les recuerdan que ya no son más parte de la sociedad libre. ¿Cómo te suena esto? ¡Muy deprimente! ¿Verdad? Pero quiero decirte que sin embargo, muchas de esas mujeres prisioneras en este momento son Mujeres de Esperanza. Porque alguien les habló y les hizo pensar en una nueva oportunidad y en una nueva vida. En algunos países donde las autoridades lo permiten hay mujeres voluntarias que van cada semana para ayudar a estas mujeres a cambiar su realidad, y este es un trabajo maravilloso.
Si hay otras mujeres que nos escuchan desde la cárcel, quiero decirles que ustedes también pueden llegar a ser mujeres de esperanza, mujeres que se proponen a darse una nueva oportunidad para lograr cosas hermosas y buenas para sus vidas. ¡Créelo, es posible!
Nunca estuve en una prisión pero solo de nombrar la palabra me hace pensar en fríos pisos de concreto y gruesas barras de hierro. Y pienso que lo más desalentador es que son lugares oscuros donde no entra con facilidad la luz del sol, y nosotras fuimos creadas para disfrutar de la luz y el calor del sol. Por lo que podemos saber, las condiciones en las prisiones varían según de qué país hablamos. Por lo general son lugares pequeños, con pisos polvorientos y paredes sin ventanas, o cuando las hay son muy pequeñas. Pueden ser mejores en otros países, pero en todos los casos se trata de lo mismo: tener personas encerradas y privadas de su libertad.
Tristemente no todas las personas que están en una prisión son culpables de haber cometido algún crimen que las haga merecedoras de estar allí. Algunas personas encerradas solo porque sus ideas son diferentes a las de los que gobiernan o han sido acusadas de crímenes que nunca han cometido. Solo pensarlo me hace estar triste. Algo que sí nos alegra es saber que tenemos amigas que nos escuchan desde la prisión y lo sabemos porque hemos recibido cartas de algunas de ellas y a veces llamadas telefónicas.
En algunos países es más fácil que en otros visitar a las que están privadas de libertad y llevarles una palabra de aliento y algo de material para compartir. Hoy queremos que escuches algunas palabras de esperanza y aliento desde aquí. ¿Sabías que Jesús tiene mucho interés en las personas en prisión? Él se preocupó por ellas. Escucha lo que dice en el Evangelio de Mateo 25:35-40, son palabras de Jesús:
“Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber… necesité ropa y me vistieron, estuve en la cárcel y me visitaron. Y los justos preguntarán: «Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento y te alimentamos o sediento y te dimos de beber o necesitado de ropa y te vestimos? ¿Cuándo te vimos en la cárcel y te visitamos?»El Rey responderá: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aún por el más pequeño, lo hicieron por mí”.
Preciosas palabras que nos desafían a nosotras también ayudarnos unas a otras. Jesús quiere usar nuestras manos, nuestros pies, toda nuestra vida para ayudar a aquellas personas que están entre rejas. Como hemos dicho puede ser que estás en prisión porque cometiste un crimen, pero también puede ser que estás allí injustamente. Has sido acusada de un crimen que no has cometido. Cualquiera sea la razón que estás allí, desde aquí queremos compartir algunas sugerencias que podrían ayudarte mientras estás cumpliendo tu sentencia. Son sugerencias que te ayudarán a ser más cuidadosa y evitarás meterte en más problemas que los que ya tienes estando detrás de esas rejas.
Hemos escuchado algunos consejos prácticos y esperamos que sean de ayuda personal. Deseamos de corazón que nunca te toque pasar por una prisión, pero puede ser información útil para tu grupo de amigas o compañeras de trabajo. Pidámosle a Dios hacer buenas elecciones cuando escogemos amigas para disfrutar de la amistad de la mejor manera.
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