El Señor está obrando

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“Todos nosotros, que a cara descubierta contemplamos la gloria del Señor, vamos siendo transformados a su imagen con gloria cada vez mayor, que viene del Señor, que es el Espíritu”. – 2ª COR. 2:1

En años recientes, la renovación de la apariencia de las casas ha llegado a estar en un popular aumento. Cada episodio caracteriza a los clientes que alquilan a profesionales capaces con el fin de encontrar restauradores de primera con el potencial de llegar a hacer la casa de los sueños de alguien. Típicamente, la primera parte de la tarea consiste en la búsqueda de la casa correcta para renovar. Una vez que los clientes escogen sus hogares el contratista y el diseñador comienzan la ardua tarea. El equipo debe mantener la renovación bajo el presupuesto y en fecha. ¡Más a menudo que no, ellos se enfrentarán con problemas estructurales y otros desafíos que no están a la vista, que hacen las cosas más interesantes!

Observando estas muestras es divertido. Lo que revela el antes y el después es por lo general alentador. Y lo más común que se destaca es: “¡No puedo creer que sea la misma casa!” Siempre me maravilla cómo una residencia cuyo futuro parece no tener esperanza se torna en lo que muchos considerarían una casa soñada después de haber pasado a través de algún trabajo cuidadosamente planeado.

Este formato puede fácilmente ser aplicado a nuestras vidas. Estas casas fueron alguna vez perfectas. Cuando recién fueron construidas, todo era nuevo y realizado de forma apropiada. Al pasar los años, sin embargo, se deterioraron por un número de razones.

Antes del pecado, la humanidad era perfecta. Dios creó al hombre y a la mujer a su semejanza. Ellas fueron extraordinariamente perfectas “casas.” Después que el pecado hizo su huella en el mundo, todo cambió.

La humanidad no era más la analogía de casas perfectas; peor aún la conexión con el constructor se rompió. Y todas las “casas” construidas después de eso heredaron la misma apariencia, que significa que todos nosotros necesitamos desesperadamente alguna buena remodelación. El primer paso en el proceso de restauración es asegurarse que la casa debe volver a reconectarse con su constructor, algo que puede solamente ser realizado a través de Jesucristo: “Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo.” (2 Cor. 5:18)

Siguiendo eso viene la remodelación sustentable. Algunas funciones malas puede que no sean tan obvias para nosotros. David estaba consiente de eso y oraba: “Examíname, oh Dios y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.” (Salmo 139:23-24) Quisiera saber cuántas veces David oró esa oración. Yo sé que es una oración recurrente porque para mí la restauración es un largo proceso en la vida. Me doy cuenta que todas las quebraduras, fracasos, arreglos y cambios que toman lugar durante la renovación no siempre son placenteros- algunos, diría, son muy raramente placenteros. Aunque el resultado es alentador.

“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.” (2ª Cor. 2:18)

Deseo seas animada aún cuando las cosas en tu vida están siendo aplastadas y quebradas: El Señor está en obrando.

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