Editorial Agosto 2015

31 de Julio de 2015
31 julio 2015
Mujeres afectadas por violencia doméstica
5 agosto 2015

Querida intercesora:
Recientemente recibí un e-mail que bendijo mi alma: “Sus cartas a ‘querida intercesora’ han sido una gran bendición para mí. Aprecié mucho su entusiasmo, su fe y su confianza en Dios y Su Palabra. Hay mucha unción del Señor… Realmente me anima a confiar plenamente en Él para el ministerio de Proyecto Ana.” Es por eso que estoy escribiéndote otra vez. Mi deseo es animarte a que te mantengas en oración. Confiando. Esperando por los milagros. Porque nuestro Todopoderoso Dios no es sordo. Su poder se perfecciona en nuestra debilidad. Así que, acerquémonos expectantes ante Su trono mientras intercedemos por las familias afectadas por la violencia doméstica.
Tengo cuatro hermosas nietas. ¡Todas son adolescentes pero ya sueñan con sus vestidos de novias! Pero ellas saben muy bien que la falta de amor y respeto en la familia tienen el poder de destruir sus sueños. A través de los medios, su generación ha sido expuesta a un mundo de familias disfuncionales.
Algunas feministas extremas quieren hacernos creer que los enemigos de las mujeres son los hombres. Yo ruego por una diferencia. Satanás es el primer abusador. Engañó a Eva para que usara el poder de la influencia que Dios le había dado para propósitos destructivos. Las consecuencias fueron y aún son devastadoras. No sólo hizo que los hombres y las mujeres perdieran la dulce comunión con Dios y entre ellos, sino también la rivalidad entre sus hijos resultara el primer caso de violencia doméstica cuando Caín mató a su propio hermano. (Génesis 4:6-8). Desde entonces cada familia que no está bajo la regla del amor, perdón y mutua aceptación de Dios, está propensa a fallar bajo el peso del egoísmo y del pecado.
La violencia doméstica no respeta raza, religión, status social o cultura, como podemos leer en nuestro calendario de oración.
¡Pero hay una manera! Jesús tomó la maldición sobre sí mismo y murió en la cruz, pagando así el precio por nuestra redención. Cada vez que un hombre o una mujer acepta Su gran mandamiento (Mateo 22: 37-39) de amar a Dios y amar al prójimo como a sí mismo, en vez de la violencia hay paz con Dios y de unos a otros.
Es por eso que necesitamos orar. Jesús nuestro Príncipe de Paz, tiene el poder de cambiar el odio por el amor, el abuso por el respeto y la dignidad, y la violencia por la gracia. Él sólo suaviza los corazones y mentes y vuelve las vidas a Dios – nuestro amante Padre.
Creyendo contigo,
Marli Spieker
Fundadora, Directora Ministerio Global
Proyecto Ana

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