¿Cuál es el regalo más precioso que has hecho en tu vida? ¿Quién lo ha recibido? Quiero contarte de una señora que regaló algo que era muy especial para ella. Un día Mary fue a ver a su médico. Después de la consulta él no tenía muy buenas noticias para ella. El examen médico reveló que Mary tenía una enfermedad que la llevaría a estar peor y le quedaría un corto tiempo de vida. Sería el tiempo en que debería prepararse para su muerte. Mientras pensaba en sus pertenencias, no pudo decidir que haría con su posesión más preciosa: su flauta. Desde muy pequeña le había gustado el sonido de la flauta. Cuando tuvo la oportunidad de aprender a tocar el instrumento, ella la obtuvo. Pasaba horas aprendiendo a soplar su flauta y aprendió como colocar los dedos sobre los agujeros para producir sonidos agradables.
Cuando se puso mayor el amor de Mary por la flauta no disminuyó, sino que progresó en su habilidad y ahorró dinero hasta que pudo comprar un fina y hermosa flauta. Que día más emocionante fue para Mary cuando al fin pudo llevarla a su casa para tocar. Por los años siguientes Mary y su flauta fueron como dos buenas amigas. Juntas producían hermosa música que agradaba a las personas que la oían.
Ahora Mary sabía que estaba al final de su vida. ¿Qué haría con su querida flauta? ¿a dónde iría a parar después de su muerte?. Una de las cosas que podría hacer sería pedir que la enterraran con su cuerpo, pero entonces, nunca jamás se podría tocar hermosas notas de ella. Esa idea no la hacía feliz. Mary podía vender su flauta y con el dinero de la venta comprar algo más que necesitara, pero entonces, ella pensó que la persona que la compraría no la iba a querer y cuidar tanto como ella lo hacía. ¿Qué hacía entonces? ¿Qué harías tú si fueras Mary?
Como Mary no sabía que hacer decidió hablarlo con una amiga quien también tocaba la flauta. Hablar con una buena amiga puede ser muy útil cuando estamos enfrentando decisiones difíciles. Mary habló con su amiga y juntas llegaron a esta resolución. Después que Mary muriera su flauta volvería a las personas que la fabricaron. Establecieron un acuerdo y era que cada año jóvenes que quisieran aprender a tocar podrían ser becados por la gente que hizo la flauta de Mary. Se haría una competencia y el ganador tendría derecho a usarla durante un año. Al año siguiente se haría otra competencia y otro joven sería elegido para tocar la flauta de Mary. Cada año un nuevo alumno tendría la oportunidad para practicar con este instrumento. ¿No te parece maravilloso? Mary había encontrado la solución a su dilema. Podría estar segura que después de su muerte, su flauta seguiría tocando, en forma bella por algún joven que estuviera aprendiendo.
El precioso regalo de Mary sería disfrutado por muchos años más y bendeciría a muchas vidas. Quizá digas, no tengo nada para dar, todo lo necesito para sobrevivir o “no tengo nada tan hermoso y delicado como la flauta de Mary”. Hay un dicho, “las mejores cosas en la vida son gratis”. Mary sabía eso y ella devolvió su flauta pero no tenía una etiqueta con un precio por la bella música que iba a compartir con otros. Un acto amable, una sonrisa, un tiempo junto a un amigo, son todos regalos que podemos dar.
¿Y que otras cosas pueden ser regalos queridos y que siempre recordarán? Si tienes habilidad para leer, coser, hacer manualidades puedes compartir tu don enseñando a alguien a coser, a pintar a leer y tantas otras cosas. ¿Hay algo que te trae alegría al hacerlo? Compártelo con alguien. Aún algo tan sencillo como salir a caminar, o cantar, pero no lo hagas sola compártelo con alguien que de pronto se siente muy solo o sola. Piensa en alguien hoy, a quien puedas bendecir con esas pequeñas cosas del diario vivir. ¿Hay alguien que está desanimado, triste o desorientado? Acércate y ofrécele tu amistad. Pídele a Dios que te ayude dándote la oportunidad de llegarte a alguien con quien compartir lo que a ti te hace bien y aún disfrutas.
La Biblia dice que mejor es dar que recibir. Cuando damos a otros, ya sea de nuestro tiempo o de nuestros talentos llegamos a ser como Jesús que dio lo mejor que tenía por nosotras que somos pecadores y no merecemos la gracia de Dios. Jesús, quien es Dios hecho hombre, dio su perfecta vida para pagar por nuestros pecados. Fue clavado en una cruz y tres días después de su muerte resucitó y se levantó de entre los muertos. Dios lo permitió así porque El nos ama a ti y a mí. Todo aquel que cree en Jesús no morirá espiritualmente sino que tendrá vida con Dios que jamás terminará. Dios te ofrece el regalo de la vida eterna, ¿quieres aceptarla poniendo tu confianza en Cristo ahora mismo? Todo lo que necesitas es creer en El.