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24 febrero 2022
Entregando nuestras heridas a Dios
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Seguramente alguna vez has vivido un profundo enojo por algo que te ha sucedido. Me refiero a un enojo de tal magnitud que ha hecho que tu corazón comenzara a latir muy rápido y comenzaste a sentir que tu respiración se dificultaba. Y no podías pensar claramente, porque el enojo que sentías dominaba tu mente y tu cuerpo. Era tal el fastidio que sentías que cuando tratabas de hacer otras cosas, el incidente vivido volvía nuevamente. Y peor aún, tan pronto como pusiste tu cabeza sobre la almohada para descansar, las palabras y el incidente se reproducían otra vez delante de ti. ¡Te parecía escuchar de una manera muy vívida todo lo que te has dicho con alguien en esa horrible conversación!
Cuando alguien te ha hecho enojar, es muy difícil dejar de pensar acerca de eso; y peor aún porque puede comenzar a afectar toda tu vida, y antes que te des cuenta tu corazón siente una fuerte amargura hacia esa persona. Nace un sentimiento al cual llamamos “amargura” capaz de afectar toda nuestra vida.
Debes saber algo… nuestra sociedad está llena de gente amargada que puede causarnos daño. Gente a quienes les domina la ira y el enojo excesivos que no les permite razonar para evitar así males mayores que pueden conducirles a cometer atrocidades contra quien están enojados.
A veces las personas están enojadas con Dios, con la vida, con sus logros porque no les ha ido como hubieran esperado y querido. Esas personas tienen dificultad para dormir, para relacionarse con otros, puede ser con personas dentro de la familia como con los compañeros de trabajo o de estudio. Situaciones así les obstaculizan para pensar claramente y tomar buenas decisiones para vivir la vida en plenitud.
Cuando alguien te ha hecho enojar, es muy difícil dejar de pensar acerca de eso y así es como pasa a afectar toda tu vida. Es como morder limón todo el día. Es rico pero llega un momento que quieres cambiar de tanta acidez. Cuando tienes a alguien cerca que continuamente te provoca enojos te das cuenta que te vas transformando en una persona amargada y resentida. Los sentimientos de amargura a veces comienzan de manera muy pequeña, pero si dejamos que esas palabras nos dominen, el sentimiento de amargura comienza a crecer en nuestro corazón y sentimos las heridas y el dolor que va en aumento.
La amargura es como la raíz de un árbol, algo que está allí bajo el suelo y fuera de la vista. Puede haber un enorme árbol que se vea hermoso, pero cuando te acercas observas que las raíces están presionando desde abajo y las baldosas de la acera están todas levantadas, quebradas o fuera de lugar. Son las raíces del árbol que aún han rasgado el cemento de la calle.
Así como las raíces del árbol en algún momento van a mostrar los efectos de su fuerza, del mismo modo la amargura en nuestro ser íntimo va a explotar y mostrar problemas y profundas heridas.
Lo lamentable es que cuando la amargura explota, se expande como la lava de un volcán y alcanza a otras personas y aún las arrastra cuesta abajo y las envuelve en un mismo sentir, dañando sus sentimientos y actitudes y creando un espíritu de amargura estropeando el ambiente alrededor. Y es tan fácil pasar esos sentimientos de amargura a otros. Y es tan fácil comenzar a pensar mal de alguien con quien hemos tenido un desencuentro y cuando queremos darnos cuenta, todos estamos envenenados de amargura unos contra otros y el diablo se aprovecha.
Esos sentimientos de amargura pueden afectar nuestra salud física. ¿Qué sucede si guardamos esos sentimientos amargos en nuestro interior por muchos años?
Los expertos de la medicina dicen que los sentimientos de amargura guardados en nuestro interior por un largo tiempo pueden afectar nuestro cuerpo y traer efectos nocivos sobre nuestra salud física. Por ejemplo puede afectar la manera en que realizamos la digestión de los alimentos. Podemos desarrollar dolores de cabeza y aún puede afectar el sistema inmune, es decir la capacidad de luchar en contra de la infección y las enfermedades.
Algunas veces un sentimiento de resentimiento continúa por tanto tiempo que no podemos ni recordar en que momento y circunstancias comenzó todo, pero estamos conscientes de esos sentimientos negativos. Cuanto más tiempo pasa esos sentimientos pueden volverse más amargos. Una persona no se vuelve menos amargada por el sólo hecho de ponerse mayor, más anciana. Al contrario, la amargura no se desvanece con el tiempo sino que se acentúa cada vez más. ¡Esto es terrible! ¿Qué podemos hacer entonces?
Para deshacerme de la amargura en mi vida, tengo que reconocer que es mi problema. Si la otra persona me ha lastimado por alguna razón, y puede ser que luego tenga un gran problema, mi parte es escoger si quiero seguir sintiéndome muy lastimada y permitiendo que la amargura me domine.
¿Cómo podemos saber que una persona está amargada?… Al escucharla hablar, según el tono de su voz puedes darte cuenta de sus sentimientos. Aunque pueda estar diciendo que no lo está pero su rostro y su mirada lo aseguran.
¿Y qué acerca de nosotras mismas? No siempre es fácil reconocer nuestra propia amargura. Muchas de nuestras conversaciones que hemos tenido a lo largo de nuestra vida y que las hemos olvidado. Pero puede haber algún incidente que nos ha enojado hace tiempo, y aún recordamos hasta el más ínfimo detalle, cada palabra de enojo.
Si nos sentimos de esa manera, es una señal que aún estamos amargadas por esa conversación o actitud de alguien hacia nosotras. Quizás algunas noches cuando vas a dormir, comienzas a pensar en eso y vienen los recuerdos a tu memoria.
Si estoy recordando y pensando en ese incidente el problema es mío, no importa lo que alguien me dijo o me hizo.
Si alguna de nosotras estamos atrapadas con el resentimiento o la amargura, sólo tú o yo podemos hacer algo al respecto. Mantenerte dentro de ese sentimiento de amargura, sólo te puede lastimar a ti, a tus amigas y a tu familia. Es decir a quienes son parte de tu vida.
Algo que te ayudará será hablar acerca de esos sentimientos con una amiga en quien confías, un familiar en quien puedes depositar tu confianza, o con un profesional o consejero que sabrá cómo ayudarte. El perdón hacia quien te lastimó será una excelente medicina. Quizás te lleve tiempo y no sea fácil, pero ya verás que es la única manera que encontrarás paz para tu vida interior.
Si algo sucedió que ha dañado tu relación con una amiga, trata de recordar y pensar los buenos tiempos que han pasado juntas. Será como añadir azúcar a un jugo ácido de limón. Tal vez la persona no quiso dañarte y ella también está sufriendo por esa rotura y distanciamiento.
Te hará bien no permitir que te dominen los pensamientos negativos, sino piensa en aquellas cosas por las cuales debes estar agradecida.
Debes saber que la amargura es también un problema espiritual.

