Los huesos

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¿Has visto alguna vez un esqueleto colgando en la sala de Ciencias de tu escuela? Cuando era niña ví uno. Algunos chicos se divertían sacudiendo los huesos del esqueleto suspendido de una percha mientras que otros se asustaban.
Esos huesos parecían tan irreales, pero sin embargo ellos son el sostén de nuestros cuerpos. Sin ellos nos pareceríamos a una burbuja o a una gelatina.

Nuestra piel cubre 206 huesos que dan forma a nuestros cuerpos. Algunos son largos y fuertes, mientras que otros pequeños y cuadrados. Si te detienes y observas tus pies por un momento, te darás cuenta que tienes huesos en los dedos, en los pies y en los tobillos. Todos son diferentes, sin embargo funcionan juntos, de modo que puedas permanecer en pie y caminar.

Cuando todo está bien ni se te ocurre pensar en la manera tan coordinada del funcionamiento de tus huesos. Sin embargo cuando te pones mayor y aparece algo de artritis o dolor lo ves de otra manera. Llega la edad cuando el dolor te hace pensar en cada movimiento que tratas de hacer.

Los huesos largos de nuestras piernas nos ayudan a pararnos alto y la manera que está formada la unión de la rodilla nos permite arrodillarnos y pararnos. Hay músculos adheridos a los huesos y a las uniones que nos da amplias posibilidades de movimientos. Por ejemplo nuestra pelvis es como una olla sosteniendo y protegiendo nuestros órganos reproductivos y nuestras costillas hacen lo mismo con los pulmones y el corazón. Nuestra espina dorsal nos ayuda a mantenernos derechos y nos permite inclinarnos o torcernos si lo deseamos.

Arriba de la espina dorsal está nuestra cabeza, el hueso del cráneo que cubre y protege nuestro cerebro. La mano es diferente al pie y con ella podemos tomar objetos pequeños debido a la flexibilidad de nuestros dedos. Podemos tocar la guitarra o el piano debido a que nuestros dedos son tan flexibles.
Cuanto más conozcamos nuestros huesos y cómo funcionan, tanto más entenderemos que fueron diseñados muy cuidadosamente. Alguien muy creativo los colocó juntos. La Biblia nos habla de Dios como el gran diseñador.

Nuestros huesos son una maravillosa colección de formas y tamaños, sin embargo estando juntos funcionan armoniosamente. Necesitamos esa variedad para hacer todas las cosas que hacemos automáticamente.

No tomamos en cuenta lo bien que funcionan hasta que algo nos sucede como un accidente o una infección. Si nos quebramos uno de ellos sufrimos dolor e hinchazón y por un tiempo no podemos usarlos. De pronto y repentinamente llegamos a estar atentas a nuestros queridos huesos. Hemos considerado el hecho que nuestros huesos son tantos y tan diferentes unos de otros pero actuando juntos y armoniosamente aportan a nuestro cuerpo tal movimiento y flexibilidad que nos hacen sentir muy bien.
Podemos comparar nuestros huesos a la confianza. Especialmente cuando pensamos en el relacionamiento con nuestros familiares o vecinos. La confianza fortalece los lazos de unión. Una persona apoya a otra y cuando hay verdadera confianza esa relación transcurre tan normal, sin esfuerzos.

Cuando alguien comete algo que te hace perder la confianza hay un rompimiento que produce mucho dolor y desilusión. Esa fisura afecta física, emocional y espiritualmente. Recuerdo a mis amigos Juan y María. Cuando se casaron soñaban con muchas cosas que podrían hacer juntos. Tendrían hijos, comprarían una casa; ayudarían a la comisión de padres en la escuela del barrio; por mencionar algunos de sus anhelos. La confianza que habían depositado el uno sobre el otro fortaleció su relación así como los huesos son para el cuerpo. Mientras que sus hijos crecían, algunos de sus sueños se iban haciendo realidad.
Pasando los años, tristemente la relación se debilitó y ya no confiaban más el uno en el otro como lo fue en el principio. Otras actividades ocupaban sus horarios y les fueron distanciando. Decidieron separarse. Los hijos, constantemente iban de una casa a otra, tristes y heridos porque su familia se había roto.

¡Qué dolor! Es como tener un hueso roto en la pierna, sólo que es algo que no sanará en pocas semanas.
Pero Juan y María necesitaron apoyo y estuvieron aquellos que trataron de ayudarlos a reparar y restaurarlos a una relación saludable, pero la sanidad no se dio.
Los dos estaban heridos y fue difícil que permitieran que otros se le acercaran. Ambos estaban tan enojados que eso afectó su relación con los demás incluyendo a sus hijos.
Por las noches, a menudo los hijos lloraban, por la tristeza que sentían. El marco de protección que habían disfrutado cuando los padres estaban bien ahora estaba quebrado y ellos lo sufrían. Es como tener un hueso quebrado que no ha sido arreglado adecuadamente y tampoco sanado como era debido. La cicatriz siempre estaba allí.

Muchas familias desgraciadamente están en esta situación y te preguntarás ¿no hay esperanza?
Gracias a Dios creemos que si. Cuando un hueso fuerte se quiebra e inmediatamente y con cuidado es colocado en su lugar puede ser restaurado a su movimiento normal.
Cuando una relación entre personas se rompe, lo único que funciona perfectamente es pedirle a Dios que intervenga. Las partes involucradas necesitan decirle al Señor en que estuvieron mal y pedirle perdón. Una vez que lo hayan hecho pueden pedirle a Dios que les ayude a amar a quien le ha lastimado o a quién él o ella ha lastimado.

A Dios le agrada sanar y restaurar relaciones que han sido rotas. Él, aún envió a Jesucristo a morir en la cruz de modo que pudiéramos ser perdonados por los pecados. Cuando aceptamos lo que Dios nos ha provisto podemos tener una relación con Dios como nuestro Padre. Él nos da fuerza y amor para perdonar a quienes nos han lastimado.
Así como los huesos son vitales para pararnos y caminar del mismo modo la confianza es vital en nuestro relacionamiento con los demás. Dios diseñó nuestros huesos para que pudieran funcionar juntos, y nos hizo a cada una de nosotras de una manera que nos necesitáramos y nos ayudáramos.
Deberíamos orar cada día y decir: Señor gracias por la manera en que me formaste y por el cuerpo que me diste. Dame fuerza interior y mucho amor para estar bien con los que me rodean en especial a los que tengo muy cerca.

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