María a los pies de Jesús

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Este es nuestro programa Mujeres de Esperanza queremos hacerte una pregunta: ¿Te gusta tener amigos? ¿Los tienes? A mí personalmente me agrada tenerlos. A menudo hablo por teléfono con alguna de mis amigas, nos contamos nuestras cosas, hablamos de nuestros hijos y de nuestras tareas. Pasamos momentos entretenidos conversando. Disfruto mucho cuando nos juntamos varias de nosotras a tomar el té y a compartir tiempo juntas. También puedo recurrir a ellas cuando estoy triste o preocupada por algo. Siento que me comprenden y como tienen la misma fe que yo, oran a Dios por mis situaciones particulares y me siento muy apoyada.

Un Proverbio de la Biblia dice justamente eso:

“En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempos de angustia.”
Proverbios 17:17

Qué lindo es tener amigos de ese tipo, como los buenos hermanos que en tiempos de angustia están a nuestro lado para ayudarnos, alcanzarnos un plato de comida o acompañarnos al doctor. Realmente valoramos a personas así.

¿Sabías que a Jesús le gustaba tener amigos? Él y sus discípulos recorrían el país caminando de una ciudad a otra o de un pueblo a otro enseñando las verdades del reino de Dios. Jesús era muy amistoso, le gustaba compartir con amigos.

En una ocasión “Yendo de camino entró en una aldea,” nos dice el evangelio de Lucas 10:38-42, y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Ella tenía una hermana que se llamaba María, la cual sentándose a los pies de Jesús, oía Su Palabra. Lázaro, hermano de ambas estaba enfermo. María fue la que en otra ocasión ungió al Señor con un costoso perfume, y secó sus pies con sus largos cabellos.

Qué bien nos hace sentir cuando contamos con amigos que nos ofrecen su casa para ir en cualquier momento que lo necesitamos y encontrar allí tranquilidad, comprensión, paz y amor. Jesús no tenía una casa propia donde llegar y descansar. Nos dicen los evangelios:

“Que no tenía dónde recostar su cabeza.”
Lucas 9:58

Sus amigos de Betania eran como un puerto seguro donde pasar la noche, tener un plato de comida caliente y una palangana con agua para lavar sus pies del polvoriento camino.

En esa casa, Jesús tenía tres amigos que lo recibían con gusto cada vez que pasaba por allí y donde podía distenderse de sus largas jornadas.

El Evangelio nos dice que a Marta le gustaba agasajar a Jesús con ricos y abundantes platos de comida. Quería homenajear a su amigo con lo mejor que podía hacer. Marta era activa, emprendedora, dinámica y servicial por naturaleza. Ella amaba al Maestro y quería demostrarlo con lo que sabía preparar con sus habilidosas manos. María, la hermana, era de un temperamento completamente diferente; tranquila, callada, más bien prefería agradar al Maestro a quién también amaba, sentándose junto a Él en silencio para escuchar todo lo que iba a decirle al llegar a su casa.

Y así lo hizo, nos dice el evangelio de María, “La cual sentándose a los pies de Jesús, oía Su Palabra.” ¡Qué hermoso cuadro de Jesús y María sentada a sus pies oyéndolo!

Jesús iba camino a Jerusalén para morir en la Cruz por nuestros pecados. Realmente no tendría mucha o nada de hambre en ese momento, por eso dice de María “Sólo una cosa es necesaria y María ha escogido la buena parte la cual no le será quitada.” El momento que estaba viviendo Jesús era crucial. Más bien necesitaba que alguien comprendiera el dolor que estaba sintiendo en su alma. María, sin querer y sin saberlo estaba dándole a Jesús el apoyo y comprensión que estaba necesitando. En ese momento en que le esperaba la muerte lo que menos quería era comer. María era una mujer reflexiva, espiritual, y por eso con su silencio y actitud quieta, sentada a los pies del maestro estaba llenando una tremenda necesidad de compañerismo que sentía Jesús en su interior para el momento que viviría muriendo en la cruz desde donde exclamó… “Padre, por qué me has abandonado”

Seguramente Jesús fue a Betania porque allí tenía a estos tres amigos: María, Marta y Lázaro, y fue buscando descanso, tranquilidad, lejos de las multitudes que lo buscaban para satisfacer sus necesidades temporales de salud o comida. De los tres, María fue la única que interpretó en ese momento la necesidad del Señor. Supo dejar todo lo material a un lado y prestó su atención a Jesús, aprovechando esa oportunidad única para no dejar pasar ni una sola palabra de boca del Señor Jesús y de seguro nunca tuvo que arrepentirse de haber dejado por un momento los quehaceres del hogar y dedicarse al Salvador.

¿Sabes una cosa? Jesús quiere ayudarnos a ser mujeres fuertes en nuestra vida interior. Vivimos tiempos en que los seres humanos somos muy demandados y estamos sumamente ocupados en quehaceres, algunos importantes, otros superfluos por lo cual nuestros días vuelan y no logramos hacer lo más importante que es estar a los pies de Jesús para leer Su Palabra, orar y reflexionar escuchando su voz tierna y amorosa hablando a nuestros oídos espirituales para alentarnos, instruirnos y guiarnos por el camino correcto.

Quizás sea el momento de revisar nuestras prioridades; en qué lugar de importancia colocaremos cada cosa que hacemos. ¿Qué pondremos en primer lugar para luego enfrentar el trajín y las obligaciones del diario vivir?

Jesús dijo a sus discípulos:

“Más buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas las demás cosas te serán añadidas.”
Mateo 6:33

Dios nos llama a ponerlo a Él en primer lugar para que nuestras vidas espirituales sean sanas y fuertes y vivamos vidas victoriosas en Cristo. Luego con nuevas fuerzas haremos lo demás con entusiasmo.

Así dice un poema:

Da lo mejor al Maestro, dalo en ofrenda de amor

Él es el único digno de recibir lo mejor

Dale tu esfuerzo y tu vida, dale tu celo y virtud

Dale tu fe no fingida, todo en humilde actitud.

Da lo mejor al Maestro, dale la flor de tu edad,

Y haz de tus años maduros, fruto de santa piedad.

Dale una noble obediencia, dale un ardiente fervor,

Dale una limpia conciencia, dale tu heroico valor

Da lo mejor al Maestro, Él es tu Rey y Señor

Dalo al Señor, nada es nuestro, todo en ofrenda de amor.

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