¿A quién, Señor, iremos
en el nublado día?
¿A quién acudiremos
en noches de agonía?
¿Y en pos de quien los hombres
la cumbre alcanzarán,
la gloria de ser nobles
de un Reino inmaterial?
¿Y ya, en la senectud,
en vuelo a lo más alto,
quien saldrá como tu,
en paz a coronarles?
Por eso respondemos,
cual Pedro, en la ocasión:
– ¿”Señor, a quien iremos”?
responde el corazón:
– Tú tienes la verdad,
tú procedes de Dios,
sin ti naufraga el barco,
sin ti no alumbra el sol.
Sin ti no hay esperanza:
sin ti no hay salvación,
sin ti se pierde el hombre
sin paz y sin amor.
“Tu tienes las palabras
que vida eterna son”