Dame la mano, Dios, porque me hundo
en el profundo mar de mi porfía,
dame la mano, Dios, la necesito.
y en lo infinito te daré la mía.
Y cuando ponga el pie sobre tu estrado
purificado ya del limpio barro
me vestirás de cielo y de topacio.
Y a Ti semejante sin la escoria
veré tu gloria sin mirar más fango
más allá de los tiempos y el espacio.