Dios nos da los Diez Mandamientos

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Como los niños, necesitamos las reglas para sentirnos seguras.
¿Sabías que Dios nos dio reglas por las cuales vivir?

Me gustaría contarte cómo llegaron esas reglas o leyes hasta nosotros hoy día. Haremos un poco de historia de cómo sucedió todo. Aconteció que el pueblo de Israel estuvo en Egipto por muchos años viviendo como esclavos. Un día Dios les demostró Su poder y Su amor.
Dios derrotó el poder del Faraón y los ídolos egipcios y rescató a su pueblo y les condujo fuera de ese país.
Años antes cuando recién habían llegado allí eran tan sólo una gran familia. Pasando el tiempo el pueblo israelita creció y se multiplicó tanto que cuando dejaron ese lugar ya eran doce tribus. No sabían demasiado de este Dios que los había libertado… pero a través de Moisés vieron las cosas que hizo Dios cuando siguieron sus instrucciones.

Después de haber dejado Egipto, tuvieron que cruzar el desierto antes que pudieran llegar a la tierra de sus ancestros. Por tanto tenían mucho que aprender. Cómo ser una nación allí en el desierto y cómo ser el pueblo de Dios. Escuchemos como lo relata la Biblia la Palabra de Dios. (Éxodo 19)

Los Israelitas viajaron por dos meses y acamparon al pie del Monte Sinaí. Moisés su líder subió a la montaña y Dios le habló allí. Dios ofreció a los israelitas un pacto o un acuerdo. Ellos debían obedecer a Dios y guardar sus leyes… y Él los escogió para que fueran Su pueblo de alguna manera especial. Dios ya le había prometido a sus ancestros que serían una gran nación, con un territorio donde vivir, un lugar donde podrían adorarle tan sólo a Él.
Dios habló a Moisés que en tres días volvería a hablar con él otra vez. Todo el pueblo estaba pronto para adorar. Se les dijo que no subieran a la montaña, que ni la tocaran, de otro modo morirían.

Al tercer día hubo una extraña tormenta en la montaña, con truenos y relámpagos, luego fuego y humo y un ruido como de trompeta cada vez más fuerte. El pueblo se llenó de temor y espanto.
Luego Dios llamó a Moisés y a su hermano Aarón que subieran a la cima de la montaña y allí les habló. Les dijo de Su santa ley comenzando con los Diez Mandamientos. (Éxodo 20: 1-17).

Lo primero que dijo Dios fue: “Yo soy el Señor tu Dios, quien te sacó de Egipto, donde eras esclavo. No adores a otro dios sino tan sólo a mí.” Así qué les recordó quién era Él y qué había hecho por ellos.

La segunda ley era: “No te harás imagen o ídolos para adorar. No te permitiré adorar a nadie más.”

Está diciendo que es el único y verdadero Dios y que ellos deben adorarlo sólo a Él. Era un desafío para ellos, viviendo entre pueblos que adoraban a muchos dioses, ídolos y espíritus.

La tercera ley era: “No usarás el Nombre de Dios en vano.”

Como puedes notar las primeras tres leyes se relacionan con Dios: “No tendrás otros dioses, sólo yo.” “No tendrás ídolos” y “guardarás mi nombre santo.”
Elizabeth: Luego en el siguiente mandamiento Dios dice: “Acuérdate del séptimo día para santificarlo. Un día de descanso dedicado a mí, así como yo descansé el séptimo día después de la creación del mundo.”

Así que el cuarto es Dios diciéndoles: Guarda santo mi día.
Luego hay cinco leyes que hablan acerca de cómo comportarse.

El número cinco dice: “Respeta a tu padre y a tu madre para que tus días se prolonguen sobre la tierra que el Señor te da.”

El número seis dice: “No cometerás homicidio.”

El séptimo: “No cometerás adulterio.” Eso significa que debes ser fiel a tu esposo o esposa. No engañes a tu cónyuge con alguien que no es tu esposo o esposa.

El número ocho dice: “No robarás.”

Y el nueve: “No dirás mentiras acerca de tú prójimo.”

Y el último, el número diez es: “No codiciarás lo que pertenece a otra persona.” Se refiere a pensamientos y motivos. Si envidias a las personas por las cosas que tienen podrías pensar en robarle, mentirle o aún matarle. Y si guardas la envidia en tu corazón eso te hace amargada e infeliz.

Qué te parece si los repasamos. Los primeros cuatro mandamientos es Dios hablando: No tendrás otros dioses, ni ídolos, No tomes en vano el nombre de Dios, guárdalo santo, Guarda su día santo.

Algo que debes hacer: Respetar a tus padres.

Cinco Cosas que no debes hacer: No mates, No cometas adulterio, No robes, No mientas, No envidies.

¿Qué piensas tú acerca de estas leyes para vivir? Piénsalas y grábalas en tu mente. ¿Crees que son buenas leyes?
Yo pienso que haría una gran diferencia si cada uno de nosotros obedeciéramos estos diez mandamientos. ¡Imagínate si todos adoráramos a Dios con todo nuestro corazón! Si todos nos detuviéramos un día en la semana y lo dedicáramos para adorar a Dios. Imagínate qué mundo sería sin violencia y sin robos, sin mentiras y sin engaños, sin envidias y celos. Sin faltarle respeto a los padres…

Dios sabe lo que es bueno para nosotros. Estas reglas no fueron puestas para hacernos infelices… fueron y son un regalo de Dios para ayudar a su pueblo, a todas las personas a vivir vidas buenas, seguras y felices. Esos son los límites de Dios, son sus reglas para proteger a quienes el ama.

Cuántas veces habremos pensado que las reglas son aburridas o infelices. Algo que nos impide divertirnos o hacer lo que nos agrada. Pero las reglas de Dios son buenas, realmente nos hacen libres, no nos atan así como las buenas reglas dentro de los hogares.
El pueblo de Israel no siempre guardó las leyes de Dios pero ellos se dieron cuenta que eran muy buenas, un verdadero regalo de amor de su Dios. El Salmo 119 de la Biblia nos habla de cuán maravillosa es la ley d Dios. Dice así: “Bienaventurados los íntegros de camino, los que andan según la ley de Dios. En tus ordenanzas meditaré; consideraré tus caminos. Me deleitaré en tus estatutos; no me olvidaré de tus palabras.”(Salmo 119: 1, 15 y 16)
El escritor de estas palabras se muestra muy feliz con la ley de Dios. El Señor quiso enseñarnos cómo vivir buenas y felices vidas, vidas que traigan paz y armonía a las familias y comunidades. Si tan sólo pudiéramos guardarlas en nuestras mentes y corazones y ponerlas en práctica para vivir conforme al deseo de Dios para nosotras.

Cuando un maestro de la ley preguntó a Jesús cuál era el más grande mandamiento de la ley, el Señor le respondió: (Mateo 22: 36-40) “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.”
Hubo sólo una persona que guardó perfectamente los mandamientos: Jesús. Y Él es el único que puede ayudarte si se lo pides a vivir cada día dentro de sus mandamientos.

Si permites que tu vida sea guiada por las leyes de Dios, luego entonces tendrás sabiduría para guiar la vida de tus hijos y ponerle límites para que ellos aprendan a ser felices viviendo dentro de los límites que con amor le pones.

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