En el artículo «Consejos para mujeres en prisión» hemos dado algunos consejos sobre cómo tener cuidado de tu cuerpo y un poco acerca del cuidado de tu mente. Además, hemos hablado de la necesidad de permanecer lejos de aquellas personas con mala actitud. También puedes añadir algo bueno a tu vida leyendo; si tienes libros cerca y puedes leer, podrás ejercitar tu mente leyendo buenos libros o revistas. Leer buenos libros enriquece grandemente, abre tu mente a diferentes mundos que podrás explorar. Leer algo nuevo y diferente es siempre útil.
Te podrás sorprender de todo lo que puedes aprender en la prisión si te lo propones. Estando allí, ya seas culpable o no debes saber que Dios te ama, se interesa mucho en ti y está pronto a escuchar lo que tengas para decirle. Hablar con Dios y estar en comunicación con Él, es lo más importante que jamás hayas experimentado. Queremos contarte cómo Dios puede tomar una penosa situación en la vida de una persona y lograr algo hermoso de eso. Y creemos que Dios puede hacerlo en ti también. ¿Te estás sintiendo muy sola? ¡Quizás estés en prisión o tal vez en una prisión de circunstancias difíciles y te sientas desesperada! Quiero decirte que puedes tener esperanza aun cuando tu situación parezca sin esperanza.
Hace un tiempo visité a una amiga que habían puesto en prisión porque había robado dinero. Mientras el guardia de la prisión me acompañaba para poder verla, mis pasos resonaban fuerte haciendo eco por el largo corredor y me producían un frío sentimiento. Noté que mi amiga había estado llorando. Me contó lo preocupada que estaba por sus hijos; su esposo la había abandonado hacía ya unos años. Se sentía como que no tenía a quién recurrir. Sus palabras expresaban su desesperanza. Admitía que lo que había hecho estuvo mal. Yo quería abrazarla y consolarla, pero las gruesas barras de hierro de la celda nos separaban. Hacía poco había puesto su fe en Jesús, el Hijo de Dios, y yo le recordé las promesas de Dios para sus hijos. Le cité lo que dice en Hebreos 13:5: “Nunca te dejaré, jamás te abandonaré”. Esas fueron palabras de ánimo para ella.
Escuchar la historia de esta mujer nos hace recordar la situación de otro prisionero de nombre José. Su historia se encuentra en la Palabra de Dios la Biblia. Fue acusado injustamente de la violación de la esposa del hombre a quién él servía. A pesar de su inocencia fue arrojado a la prisión (Génesis 37, 39-47, 50). Quizás ya conoces esta historia triste pero con un final feliz.
José era el hijo favorito de su padre. Sus diez hermanos mayores estaban celosos de él y planeaban matarlo. Pero en vez de eso vendieron a José con sus 17 jóvenes años a unos comerciantes que iban a Egipto. Allí en Egipto nuevamente fue vendido para ser esclavo de Potifar, un oficial del Rey egipcio. Potifar respetaba a José y le dio muchas responsabilidades dentro de su casa. Pero no mucho después la esposa de Potifar engañó a José, le pidió que entrara a su cuarto, falsamente lo acusó de querer violarla, y José fue arrojado a la prisión. José pasó en prisión por el resto de sus años de vida más joven. Tenía 30 años cuando fue liberado. Desde los 17 y hasta los 30 fueron años muy penosos y difíciles en que vivió como esclavo y prisionero. ¿Cómo logró vivir a través de todo este sufrimiento?
La Biblia nos dice que él tenía fe en Dios y no solo eso, sabemos que mientras estuvo en la prisión, «el SEÑOR estaba allí con José» (Génesis 39:21). Durante todos esos años como esclavo y prisionero, José no tenía ni la más mínima idea de lo que sería su futuro. Pero conocía a Dios que sí lo sabía. La fe de José en el amor y el cuidado de Dios le dio esperanza en medio del sufrimiento. ¿Cómo lo sabemos? La Biblia continúa diciendo qué sucedió más adelante con José.
Mientras estuvo en la prisión, ayudó a dos prisioneros que habían sido sirvientes del Rey de Egipto. Se trataba del principal panadero y del principal copero. Cuando el copero supo que pronto sería liberado y volvería a servir al Rey, José le pidió que le ayudara a salir de la prisión hablándole al rey de él. Pero el copero olvidó lo que José le había pedido hasta que pasaron dos años más. Fue en un momento en que el rey necesitó asistencia para que le interpretaran un sueño, que el copero recordó a José que lo había ayudado a él.
Cuando a José se le pidió que ayudara al rey interpretando su sueño él respondió: «No soy yo quién puede hacerlo, sino que es Dios quién le dará al Faraón una respuesta favorable». Esto nos muestra la fe que tenía José en Dios. Y Dios ayudó a José a interpretar el sueño correctamente. El Rey quedó tan complacido con José que lo liberó de la prisión y lo colocó en la posición más alta en todo el país de Egipto; lo puso como gobernador. Lo vistió con ropas reales y puso un anillo en su dedo para mostrar su autoridad cuando fuere necesario.
José dirigió el país con sabiduría y cuando llegó el hambre sobre la tierra, todos iban a Egipto a comprar alimentos y eran atendidos por José, incluyendo sus hermanos que años antes lo habían vendido como esclavo. Ellos sintieron temor por lo que habían hecho con él cuando tenía tan solo 17 años de edad. Pero José los perdonó y les dijo: “No tengan miedo, ¿Puedo acaso tomar el lugar de Dios? Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: Salvar la vida de mucha gente. Así que no tengan miedo, yo cuidaré de ustedes y de sus hijos” (Génesis 50: 19-20).
¡Podemos ver en esta historia que el sufrimiento de José tenía un propósito! Él creía eso porque creía en Dios, El Señor quien lo amaba y le daba esperanza en medio de circunstancias difíciles. José pudo perdonar a sus hermanos que lo habían traicionado, gracias a su fe en el Dios de la Biblia. Dios usó el sufrimiento de José y su tiempo en la prisión para transformarlo en un hombre que pudiera amar, perdonar, y ayudar a otros. Le dio esperanza. Le dio un propósito a su vida. José aprendió que el amor de Dios significa que él hará lo que sea mejor para su pueblo.
¿Quieres experimentar lo que sea lo mejor de Dios para tu vida? ¿Sabes que Dios te ama? Así lo dice Su Palabra en Romanos 5:8: “Más Dios muestra Su amor por nosotros en que siendo aún pecadores Cristo murió por nosotros”. Dios proveyó una manera para que experimentemos Su amor, y es por medio de Su Hijo Jesucristo. Solo necesitamos creer y confiar en lo que Cristo hizo por nosotros. Tenemos que admitir que hemos vivido la vida a nuestra manera y que las cosas no nos han salido bien. Pidamos perdón al Señor por nuestros errores y pecados, y recordemos su promesa:
“Yo nunca te dejaré ni nunca te abandonaré” (Hebreos 13:5).
Síguele cada día y Él dará un buen propósito a tu vida presente y futura.